
El autor llama a descubrir y valorar no sólo de la esencia de la persona humana, sino también a enfatizar los ineludibles requerimientos educativos que brotan de este descubrimiento. El espíritu y las actitudes democráticas son educables y requieren ser educadas, a fin de que el «bien común» pueda ser alcanzado con el aporte responsable de todos. En este sentido, la educación se convierte en un factor clave de comunión y de espíritu democrático.